martes, 26 de mayo de 2015

"De porqué a viejo loco le gustan las niñas"



La primera vez que conocí a viejo loco de inmediato me di cuenta de que le gustaban las niñas. Se humedecía los labios en cuanto aparecía una. Yo aparecí en su campo de visión. Tenía quince años. No lloré, no me gustó ni me dejó de gustar, sencillamente aprendí. Viejo loco me sacaba unos diez años, lo de "viejo" era nuestra broma particular. Me ganó con una poesía mal escrita y un coche de segunda mano donde me desvirgó. Me sentía afortunada, supongo, un chico mayor con alguien como yo. Algo debía haber visto en mi rostro o en mi carácter. Tal vez me lo susurró una de esas veces en los asientos traseros cuando yo miraba el techo desconchado y su dedo hurgaba en mis estrechas profundidades. Apartaba mis piernas, y las recuerdo como si no fuesen parte de mi propio cuerpo, colgando de un lado para el otro, ahora arriba, ahora a los lados. Sudábamos la tapicería de aquel coche sin aire acondicionado donde quedaban impresas las marcas de mis nalgas. Sí, definitivamente le gustaban las niñas, esta niña sudada más que ninguna. Del porqué de esta preferencia nunca lo supe con seguridad, solamente una sospecha, la que me dejó en la mente aquella chica mayor de la discoteca. No la recuerdo, pero sus palabras se me grabaron para siempre: "Si no fueras una cría, te darías cuenta de que va a joderte la vida".  Lo que ella no sabía es que ya me la había jodido.




jueves, 23 de abril de 2015

Aunque nunca he escrito nada autobiográfico en este blog ni en ninguna parte, me planteo la posibilidad de reunir muchos de los borradores y fragmentos que he ido escribiendo sobre mi historia con el viejo loco y reunirlos en un libro. El viejo loco, él ya sabe quién es, se subirá por las paredes cuando lo lea, aunque por otro lado dudo que ni siquiera vaya a leerlo.
Siento una necesidad interna muy fuerte de contar y hacer pública esta historia que me ha desgarrado la piel. No busco la aprovación ni el perdón de nadie, menos el de mis padres, que sabiendo bien poco, ya me han dado la espalda, pues ocurrió hace casi dos años y yo era todavía muy joven. Aquí viene un nuevo fragmento que he escrito hoy y que posiblemente incluya en estas memorias en las que trabajo:

"Lo he sabido hoy viejo loco, cuando recién bajada a la calle los niños me estampaban rosas en la cara, y luego subiendo por las ramblas más flores, y rosas, y libros. "Para tu novio", pero ¿qué novio si el viejo loco lo estropeó todo? Si tú, jodido viejo loco (no me interesa si estás aún en la treintena), me echaste a perder como la rosa marchita de tanta diada, olvidada al día siguiente entre las páginas de un libro que jamás te tomarás la molestia de leer. Viejo loco, arruinaste la posibilidad aquel día esperándome en la puerta, mientras mi amigo me hacía una caricia. Lo estropeaste todo al acercarte y tirarme del brazo. Hoy, al fin he comprendido, y era ya demasiado tarde".

miércoles, 15 de abril de 2015

He muerto en tus labios. Ocurrió temprano en la mañana, cuando leve se colaba el sol entre las cortinas y el graznar de las gaviotas llamaba a gritos. Fuiste tú el primero en despertar y aprovechando mi atontamiento, me devoraste entera.

viernes, 27 de marzo de 2015

Fragmento "Y el fresco..."


Y el fresco de la mañana me envolvió con tu recuerdo que estaba hecho de lluvia, que como el agua no podía apresarse, que se escabullía entre mis dedos y se evaporaba en cuanto pretendía acunarlo en el calor de mi pecho. Pronto aprendí que tu amor sería uno de esos que te mojan el alma y te dejan tiritando de frío.

miércoles, 25 de marzo de 2015

Carta a ti: Versión completa

Carta a ti (versión completa)

Querido amigo,

Te escribo esta carta para confesarte que las estrellas me besan la frente y los astros giran y el sol gira si estás presente. Te dedico estas líneas para decirte quien fuera almohada para recoger tu aliento. Te escribo y te reescribo, te imagino y recreo, una pena que luego toda esta locura quede hecha un jirón entre deshechos. Y a pesar de ello, yo lo intento de nuevo. Me veo con el bolígrafo en mano, otra vez, mi mano escribíendote y mi cabeza recordándote.

No saber de tu distancia me hiela el cuerpo. No entender tu silencio me conmueve, amigo. Y te llamo amigo por no saber qué más decirte. No poder llamarte amor me quema, pero lo entiendo y me contengo. Me muerdo el labio y te escribo la primera linea "Querido amigo".
Tal vez pienses que soy una loca, tal vez creas que te mienten mis palabras, que no sé nada de nada, pero dime qué más me queda, qué más hacer sino escribirte y arrancarme este ardor que me sube por la garganta. A lo mejor piensas que no hice nada por mantenerte a mi lado, a lo mejor crees que ya ni te pienso. Qué sé yo, sino no sé nada de nada. Y a pesar de todo lo siento en mis venas: estás pensando "pero si no hizo nada... si yo no sabía... pero ella sabe menos todavía". A esto, por si se te pasase en mente, te respondo: cierto, soy una desatendida en materia de amor, pero no ha sido por intención de conquistarte. Conquistarte lo hice a mi manera. Lo que tal vez haya ocurrido es que nuestras maneras de conquistarnos no han coincidido, y por eso nos hemos cruzado sin encontrarnos en este cruce de caminos.

 Te diré más, hoy he regresado por la calle donde está la cafetería, ésa donde nos bebíamos los ojos, pero ya no estabas. De inmediato, te he buscado en el reflejo del escaparate donde me abrazaste, y tampoco te he visto. Después, he corrido escaleras arriba, la esquina desde donde me llamaste y yo me volví para quedarme sin palabras, y no me has hablado. He tenido que deshacer mi camino sin tu voz, sin tus brazos, sin tus ojos. Sin ti, amigo.

Dime amigo, esta carta que no te mando, las palabras que nunca te he dicho, los besos que jamás te llegarán, ¡qué más pruebas quieres como testigo!
Dime qué más necesitas. ¡No! Mejor cállate, porque temo oírtelo decir de nuevo. No quiero oírtelo decir de nuevo: "no quiero nada de nada, porque tú no sabes nada". Y seguramente tendrás toda la razón, pues tú amigo sabes muchas más cosas que yo, cosas que quieres quedarte para ti.

Lo que más me duele es que un día me despertaré con un recuerdo empañado de tu voz, con una ligera idea de lo que era besarte: sabor a galleta mojada con toques a canela. Para siempre el recuerdo de tus besos será una galleta sabor canela que no me despertará otra cosa. Esa otra cosa que ahora me encoge el corazón como un garbanzo duro. Y sé que piensas que soy una loca, bien, piénsalo, porque así al menos me estarás pensando.

De nada servirá revisitar esos lugares donde los encuentros duran ya más en mi memoria que en la realidad, de nada ir a espararte a la salida, esquivando gente que no quiero ver. El esfuerzo que me supone un encuentro fortuito, el hielo, el garbanzo que se repliega con ahínco en medio del pecho. 

Sé que un día me levantaré por la mañana, cigarro en mano y café en la boca, y de pronto ya no lo sentiré más. Sólo un pequeño agujero que me habrá traspasado el pijama, y me lo miraré extrañada de que ahí mismo hubiera tenido un garbanzo agarrado a la carne.

Querido amigo, me despido. Mira que termino la carta tal y como empieza. Final cíclico, final clásico y pensarás: "Qué trillado y qué loca", pues tú sabes de estas cosas y de tantas otras... Cosas que yo no entiendo, amigo, y que solo pensar en oírtelas decir me forma un nudo en el pecho, otro más de nuevo, ¿cuántos más?

Querido amigo, me despido a la espera de que llegue la mañana en que no tenga que ir a revisitarte nunca más.

Mientras tanto, te extraña tu amiga,

María Laura Deshayes

Carta a ti: II parte

Carta a ti
II parte

Dime qué más necesitas. ¡No! Mejor cállate, porque temo oírtelo decir de nuevo. No quiero oírtelo decir de nuevo: "no quiero nada de nada, porque tú no sabes nada". Y seguramente tendrás toda la razón, pues tú amigo sabes muchas más cosas que yo, cosas que quieres quedarte para ti.

Lo que más me duele es que un día me despertaré con un recuerdo empañado de tu voz, con una ligera idea de lo que era besarte: sabor a galleta mojada con toques a canela. Para siempre el recuerdo de tus besos será una galleta sabor canela que no me despertará otra cosa. Esa otra cosa que ahora me encoge el corazón como un garbanzo duro. Y sé que piensas que soy una loca, bien, piénsalo, porque así al menos me estarás pensando.

De nada servirá revisitar esos lugares donde los encuentros duran ya más en mi memoria que en la realidad, de nada ir a espararte a la salida, esquivando gente que no quiero ver. El esfuerzo que me supone un encuentro fortuito, el hielo, el garbanzo que se repliega con ahínco en medio del pecho. 

Sé que un día me levantaré por la mañana, cigarro en mano y café en la boca, y de pronto ya no lo sentiré más. Sólo un pequeño agujero que me habrá traspasado el pijama, y me lo miraré extrañada de que ahí mismo hubiera tenido un garbanzo agarrado a la carne.

Querido amigo, me despido. Mira que termino la carta tal y como empieza. Final cíclico, final clásico y pensarás: "Qué trillado y qué loca", pues tú sabes de estas cosas y de tantas otras... Cosas que yo no entiendo, amigo, y que solo pensar en oírtelas decir me forma un nudo en el pecho, otro más de nuevo, ¿cuántos más?

Querido amigo, me despido a la espera de que llegue la mañana en que no tenga que ir a revisitarte nunca más.

Mientras tanto, te extraña tu amiga,

María Laura Deshayes


lunes, 23 de marzo de 2015

Carta a ti: I parte


Carta a ti 

I parte

Querido amigo,

Te escribo esta carta para confesarte que las estrellas me besan la frente y los astros giran y el sol gira si estás presente. Te dedico estas líneas para decirte quien fuera almohada para recoger tu aliento. Te escribo y te reescribo, te imagino y recreo, una pena que luego toda esta locura quede hecha un jirón entre deshechos. Y a pesar de ello, yo lo intento de nuevo. Me veo con el bolígrafo en mano, otra vez, mi mano escribíendote y mi cabeza recordándote.

No saber de tu distancia me hiela el cuerpo. No entender tu silencio me conmueve, amigo. Y te llamo amigo por no saber qué más decirte. No poder llamarte amor me quema, pero lo entiendo y me contengo. Me muerdo el labio y te escribo la primera linea "Querido amigo".
Tal vez pienses que soy una loca, tal vez creas que te mienten mis palabras, que no sé nada de nada, pero dime qué más me queda, qué más hacer sino escribirte y arrancarme este ardor que me sube por la garganta. A lo mejor piensas que no hice nada por mantenerte a mi lado, a lo mejor crees que ya ni te pienso. Qué sé yo, sino no sé nada de nada. Y a pesar de todo lo siento en mis venas: estás pensando "pero si no hizo nada... si yo no sabía... pero ella sabe menos todavía". A esto, por si se te pasase en mente, te respondo: cierto, soy una desatendida en materia de amor, pero no ha sido por intención de conquistarte. Conquistarte lo hice a mi manera. Lo que tal vez haya ocurrido es que nuestras maneras de conquistarnos no han coincidido, y por eso nos hemos cruzado sin encontrarnos en este cruce de caminos.

 Te diré más, hoy he regresado por la calle donde está la cafetería, ésa donde nos bebíamos los ojos, pero ya no estabas. De inmediato, te he buscado en el reflejo del escaparate donde me abrazaste, y tampoco te he visto. Después, he corrido escaleras arriba, la esquina desde donde me llamaste y yo me volví para quedarme sin palabras, y no me has hablado. He tenido que deshacer mi camino sin tu voz, sin tus brazos, sin tus ojos. Sin ti, amigo.

Dime amigo, esta carta que no te mando, las palabras que nunca te he dicho, los besos que jamás te llegarán, ¡qué más pruebas quieres como testigo!


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María Laura Dehayes