Carta a ti (versión completa)
Querido amigo,
Te escribo esta carta para confesarte
que las estrellas me besan la
frente y los astros giran y el sol gira si estás presente. Te dedico
estas líneas para decirte quien fuera almohada para recoger tu aliento.
Te escribo y te reescribo, te imagino y recreo, una pena que luego toda
esta
locura quede hecha un jirón entre deshechos. Y a pesar de ello, yo lo
intento de nuevo. Me veo con el bolígrafo en mano, otra vez, mi mano
escribíendote y mi cabeza recordándote.
No saber de tu
distancia me hiela el cuerpo. No entender tu silencio me conmueve,
amigo. Y te llamo amigo por no saber qué más decirte. No poder llamarte
amor me quema, pero lo entiendo y me contengo. Me muerdo el labio y te
escribo la primera linea "Querido amigo".
Tal vez pienses que soy
una loca, tal vez creas que te mienten mis palabras, que no sé nada de
nada, pero dime qué más me queda, qué más hacer sino escribirte y
arrancarme este ardor que me sube por la garganta. A lo mejor piensas
que no hice nada por mantenerte a mi lado, a lo mejor crees que ya ni te
pienso. Qué sé yo, sino no sé nada de nada. Y a pesar de todo lo siento
en mis venas: estás pensando "pero si no hizo nada... si yo no sabía...
pero ella sabe menos todavía". A esto, por si se te pasase en mente, te
respondo: cierto, soy una desatendida en materia de amor, pero no ha
sido por intención de conquistarte. Conquistarte lo hice a mi manera. Lo
que tal vez haya ocurrido es que nuestras maneras de conquistarnos no
han coincidido, y por eso nos hemos cruzado sin encontrarnos en este
cruce de caminos.
Te diré más, hoy he regresado por la calle donde está la cafetería, ésa
donde nos bebíamos los ojos, pero ya no estabas. De inmediato, te he
buscado en el reflejo del escaparate donde me abrazaste, y tampoco te he
visto. Después, he corrido escaleras arriba, la esquina desde donde me
llamaste y yo me volví para quedarme sin palabras, y no me has hablado.
He tenido que deshacer mi camino sin tu voz, sin tus brazos, sin tus
ojos. Sin ti, amigo.
Dime amigo, esta carta que no te mando, las palabras que nunca te he dicho, los besos
que jamás te llegarán, ¡qué más pruebas quieres como testigo!
Dime qué más necesitas. ¡No! Mejor
cállate, porque temo oírtelo decir de nuevo. No quiero oírtelo decir de
nuevo: "no quiero nada de nada, porque tú no sabes nada". Y seguramente
tendrás toda la razón, pues tú amigo sabes muchas más cosas que yo,
cosas que quieres quedarte para ti.
Lo
que más me duele es que un día me despertaré con un recuerdo empañado
de tu voz, con una ligera idea de lo que era besarte: sabor a galleta
mojada con toques a canela. Para siempre el recuerdo de tus besos será
una galleta sabor canela que no me despertará otra cosa. Esa otra cosa
que ahora me encoge el corazón como un garbanzo duro. Y sé que piensas
que soy una loca, bien, piénsalo, porque así al menos me estarás
pensando.
De
nada servirá revisitar esos lugares donde los encuentros duran ya más
en mi memoria que en la realidad, de nada ir a espararte a la salida,
esquivando gente que no quiero ver. El esfuerzo que me supone un
encuentro fortuito, el hielo, el garbanzo que se repliega con ahínco en
medio del pecho.
Sé
que un día me levantaré por la mañana, cigarro en mano y café en la
boca, y de pronto ya no lo sentiré más. Sólo un pequeño agujero que me
habrá traspasado el pijama, y me lo miraré extrañada de que ahí mismo
hubiera tenido un garbanzo agarrado a la carne.
Querido
amigo, me despido. Mira que termino la carta tal y como empieza. Final
cíclico, final clásico y pensarás: "Qué trillado y qué loca", pues tú
sabes de estas cosas y de tantas otras... Cosas que yo no entiendo,
amigo, y que solo pensar en oírtelas decir me forma un nudo en el pecho,
otro más de nuevo, ¿cuántos más?
Querido amigo, me despido a la espera de que llegue la mañana en que no tenga que ir a revisitarte nunca más.
Mientras tanto, te extraña tu amiga,
María Laura Deshayes